Por: Antonio Luna Neyra

Se dice que un día, Jesús subió a la embarcación de Pedro, que pescaba para la gente pobre, para que se hiciese mar afuera, después que Pedro y sus compañeros no pudieron pescar toda la noche. Jesús echó las redes y fue tanta la pesca, que las redes se rompían. Se llenaron de pescado y los pescadores asombrados y conmovidos agradecieron a Jesús.
Más de 1700 años después de esos sucesos, los huanchaqueros de Trujillo trajeron a Chimbote una pequeña esfinge de San Pedro, a la que pusieron por nombre SAN PEDRITO y la convirtieron en Santo Patrón de Chimbote y en centro de las festividades de este puerto cuyo día central es el 29 de Junio.
Como tal, San Pedrito se ha convertido en la imagen más venerada y milagrosa de Chimbote a quien le piden siempre que llene las redes de pescado, los ayude a salir de la pobreza, que se acaben las injusticias y el pescado esté presente en las mesas populares. Con esa esperanza, ese día pasean su imagen por tierra y mar, seguidos de sus numerosos feligreses.
Pero, todos sabemos, que desde hace más de 50 años se inició la vía crucis para la pesca de Chimbote y el Perú. Aparecieron los grandes industriales pesqueros, con sus grandes embarcaciones y grandes fábricas, no para pescar para el alimento humano, sino para depredar y convertir los recursos pesqueros en harina de pescado para alimentar animales del exterior.
Ningún gobierno nacional, regional o local, ha sido capaz de frenar la irracional ambición de los grandes pesqueros ni la depredación, la contaminación y la tremenda injusticia social a las que llevaron al país. Al contrario, en abierto y descarado contubernio siempre tuvieron el apoyo y el amparo del fenecido Ministerio de pesquería, IMARPE y la mayoría del Congreso y Poder Judicial.
Los resultados de esta política pesquera contraria a la alimentación popular y el desarrollo nacional, no podían ser peores. Pescadores jubilados, artífices de la riqueza que genera la pesca, se mueren sin pena ni gloria, desamparados, enfermos y hambrientos, sin seguridad social y en la extrema pobreza, víctima del Estado y los empresarios.
La temporada de pesca, por culpa del crimen ecológico, se ha reducido a dos meses al año y la creciente desocupación del pescador lo ha condenado a una muerte lenta, pero segura, similar a sus antecesores. La desnutrición y la tuberculosis matan a nuestros niños por falta de proteínas cuando tenemos el mar más rico del mundo. Y mientras que no hay identificación ni apoyo de los grandes empresarios al desarrollo regional y nacional, éstos se enriquecen como nunca con la venta de la harina y el aceite de pescado y la depredación de nuestros recursos.
Por eso, no llama a sorpresa que con motivo de las festividades patronales de Chimbote, estos grandes tiburones de la pesca se nieguen y se hagan de rogar para apoyar y participar de sus principales actividades, a pesar que gracias a la pesca -depredatoria, contaminadora y sin sensibilidad social- se enriquecieron ilegalmente y la llevaron a la peor crisis de su historia.
Quizás ya se dieron cuenta que no merecen estar junto a San Pedrito, que pescaba para que los pobres se alimenten. Quizás crean que nunca llorarán arrepentidos pidiéndole perdón a los pescadores y chimbotanos por negarlos muchas veces más que tres veces y traicionarlos. Quizás no necesiten pedir a San Pedrito que los ayude a salir de la pobreza, que se acaben las injusticias y el pescado esté presente en sus mesas dispendiosas. Quizás prefieran imitar más a Pilatos que a San Pedrito.
Por eso, quiero, en medio de la peor crisis pesquera y de estas fiestas tradicionales, pedir que San Pedrito se apiade de Chimbote, del Perú y ayude a los pescadores, al pueblo y perdone a los mercaderes que Jesús arrojó de su Iglesia.